Ella es dos: la escondida y la desvelada, la que piensa y se detiene,
la que hace y se congela.
Yo soy uno, que la espía tras su emblema, que la mira con los dientes;
uno que se divide entre el hambre y la caballerosidad.
Ella es dos: la soga y el equilibrista, la que multiplica explicaciones
y se resta entre las otras.
Yo soy uno que se enciende y la calienta, que la come con los ojos,
que la pierde entre sus redes.
Seremos tres: el cielo, la tierra y el infierno; o seremos otros donde
los números no cuenten.
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